“La Historia no prevé el futuro, sino que tiene que aprender a evitar lo que no hay que hacer. Por tanto ha de renacer siempre de sí misma, evitando el pasado. Para esto nos sirve la Historia, para liberarnos de lo que fue. Porque el pasado es un “revenant” y si no se le domina con la memoria refrescándolo, él vuelve siempre contra nosotros y acaba por estrangularnos.”
Ortega y Gasset “conceptos de historia”, 1935. (historia como sistema)
Referencia bibliográfica: Nueva historia de la España contemporánea (1808-2018) José Álvarez y Adrain Schubert (Galaxia Gutemberg), 2018.
Introducción : para entender de la historia política de España…
En 1808 España era una Monarquía imperial. Esa construcción política se apoyaba en una identidad cultural muy fuerte (Contra Reforma, limpieza de sangre).
No hubo un episodio revolucionario que hubiese transformado de forma radical y violenta la estructura política y social del país. Al llegar la modernidad con el traumático episodio de la invasión Napoleónica y la perdida de sus territorios ultramarinos, la monarquía se vio obligada a reconstruir el Estado. Una de las consecuencias fue la drástica reducción del poder de la Iglesia católica y también fue necesario reconstruir la identidad colectiva en términos nacionales.
Se trata de un proceso fundacional: construcción de la nación, secularización de la sociedad y relegitimación del Estado, junto a la modernización y apertura a un cierto grado de participación política.
La dificultades eran las siguientes: inestabilidad política, falta de recursos, bajos niveles de alfabetización, distanciamiento entre la élite urbana y las regiones más rurales, entre la élite laica y las identidades heredadas como la religiosa. A lo largo del siglo XIX, el Estado se mostró incapaz de crear una red de escuelas públicas y unas comunicaciones modernas.
Lo que dominó la vida española fueron los altibajos políticos. Las élites modernizadoras eran débiles. Tres guerras Carlistas (1833-1840/1846-1849/1872-1876), pronunciamientos de los militares como Espartero, Narváez, O’Donnell y Juan Prim. Los partidos eran progresista, moderado y unionista. A partir de 1875 la situación se estabilizó con un fuerte apoyo de la Monarquía y del Ejército.
1898 fue un episodio crucial que sumió al país en una fase de autocrítica y proyectos de regeneración.
En el siglo XX España vivió dos dictaduras, (1923-1929) de Miguel Primo de Rivera y la del General Franco (1936-1975) y una guerra civil ( 1936-1939).
El periodo más largo era un fascismo peculiar, basado en una ideología nacional-católica-clerical- militar y conservadora.
Con la muerte del dictador en noviembre de 1975 y la nueva constitución del 78 se implantó la democracia parlamentaria.
I) Reflexiones sobre la nación España y los nacionalismos
Desde principios del siglo XX, España ha sido un ejemplo de Estado multi-étnico, dentro del cual el nacionalismo de Estado convive y compite con varios nacionalismos periféricos. Además podemos añadir que durante la época que va de 1850-1945, hace aparecer a España como un ejemplo de Estado-nación que fracasó en su intento por convertirse en una comunidad política homogénea.
Pero antes de profundizar este tema, debemos echar una mirada al concepto de Estado.
A) El Estado español : definición y evolución
Pablo de Olavide, funcionario reformista de finales del siglo XVIII describía así España:
“ una entidad compuesta de otras entidades más pequeñas, separadas y rivales, que se oprimen y se odian y están en constante estado de guerra. Cada provincia, cada casa religiosa y cada profesión está separada del resto de la nación y concentrada en sí misma. España es una monstruosa república de repúblicas más pequeñas que se enfrentan entre sí porque el interés concreto de cada una es contradictorio con el interés general.”
En medio de la turbulencia de la invasión napoleónica, la constitución de 1812 propuso un sistema común de gobierno y administración que anulara las leyes anteriores pero hubo que esperar a la década de 1830 para que el triunfo del liberalismo sobre el absolutismo asentara y permitiera una verdadera reforma nacional.
Primera etapa : unificación territorial; el subsecretario de Estado Javier de Burgos llevó a cabo en 1833 la división de España en 49 provincias. Esta reforma representó la fusión del reformismo ilustrado y del liberalismo que presidiría la construcción del Estado durante el siglo XIX. Las clases gobernantes durante el reinado de Isabel II acordaron una serie de principios e ideas como la precedencia de la nación, la igualdad de derechos civiles, un gobierno representativo y la separación de poderes. Pero por otra parte, el hecho de que nunca se materializaran del todo, las consecuencias de estas reformas iba a alimentar las críticas del Estado liberal hacia finales de siglo. Había dos estrategias contrapuestas para abordar las relaciones entre los ciudadanos y el Estado ; una más cívica del partido Progresista y otro más burocrática como el partido Moderado.
Segunda etapa : construcción del Estado (1833-1850), dos grandes reformas llevabas a cabo en 1844 y 1845 establecerán dos pilares históricos del Estado: el sistema tributario liberal y la Guardia Civil. Hay que señalar también la creación en 1847 del ministerio de Fomento.
Tercera etapa : una lenta expansión (1850-1900). Timoteo Alfaro, profesor y diputado, decía en 1861: “En España, el Estado es un tesoro de puestos en la administración y un rebaño de negociantes llamado partidos políticos”. Cada vez que cambiaba al gobierno los funcionarios perdían su empleo y eran sustituidos por otros nuevos, (el Turnismo). 1848 : 12.400 funcionarios públicos; 1913 : 76.000.
España es una sociedad mayoritariamente rural, analfabeta y pobre ; las élites locales (caciquismo) se sitúan en una posición de intermediarios entre el Estado central y sus respectivas comunidades. Cada dos años de media había al menos una provincia en la que los motivos políticos o las huelgas provocaban una intervención del Ejército.
Si el siglo XIX fue el periodo en el que se establecieron los parámetros básicos del Estado moderno, en el siglo XX el alcance de las actividades del Estado se amplió. Se puede decir que, a pesar de las diferencias para todos, las grandes alternativas políticas del siglo XX desde el Regeneracionismo hasta el Republicanismo, desde el Franquismo hasta la Democratización; el Estado fue la herramienta preferida para romper con las instituciones y las costumbres existentes.
B) La nación española : otra vez
“El difícil problema, no resuelto por el siglo XIX español, y que hoy ha llegado a un punto muerto (a pesar del derramamiento de sangre de nuestros compatriotas en la Guerra Civil), gira en torno a la cuestión de si España es una nación en el sentido liberal, es decir, una comunidad soberana, con un sistema político representativo y una forma de autonomía gubernamental, sostenida por la voluntad de sus miembros, protegidos por una ley común que los atañe aun sin haber sido responsables de su formulación, o si por el contrario es una nacionalidad en el viejo sentido griego, hasta cierto punto similar a una Ciudad (pólis): un organismo vivo, un proceso de crecimiento y muerte interno a la lenta formación histórica de un pueblo ligado a un territorio, con un lenguaje común y tradiciones y costumbres compartidas.”
Articulo de Félix Duque. »España, la nación que no existe », Universidad de Madrid,2013.
Problemática: ¿Constituyó la España decimonómica un ejemplo de débil proceso de construcción nacional y de fracaso de construcción estatal y por tanto un precedente del desarrollo y crecimiento de los nacionalismos periféricos en la siguiente centuria ?
Respecto al surgimiento del nación moderna, casi todo empezó con Napoleón Bonaparte, la Guerra de Independencia (1808-1814) marcó si duda el inicio del nacionalismo español y la identidad nacional española contemporánea. Pero persistía una gran ambigüedad semántica durante y después del conflicto en lo referente a los distintos conceptos en juego de nación y patria. Los primeros liberales españoles reunidos en las cortes de Cádiz de 1810-1812 construyeron un concepto moderno de la nación española, definiéndola como el cuerpo soberano de ciudadanos situados bajo una ley común. Un ejemplo es la creciente difusión de símbolos como la bandera roja y gualda fijada por Carlos III en 1785 y convertida en emblema de la nación liberal.
El periodo inaugurado por el reinado de Isabel II en 1833 estuvo marcado por la construcción del nuevo Estado liberal. Pero hubo una débil difusión de un sentimiento de pertenencia nacional. Los factores son :
1) persistencia de desequilibrios territoriales.
2) territorialización de las divisiones políticas como la confrontación entre absolutistas y carlistas por un lado y liberales por otro lado, y la posterior ruptura dentro de este último campo entre Moderados (centralistas) y liberales revolucionarios (descentralización).
3) la reestructuración territorial del Estado en 49 provincias erosionó lentamente el apego social hacia las antiguas regiones o reinos.
4) finalmente cabría destacar la ausencia de otro exterior desde la guerra contra Napoleón, en efecto el país llegó tarde a la carrera colonial del último tercio del siglo XIX.
El breve periodo del Sexenio Democrático (1868-1874) se caracterizó por una permanente inestabilidad política. El federalismo oscilaba entre una federación basada en la asociación libre de los municipios y provincias hasta el nivel nacional (desde abajo hasta arriba) y una versión más bien centralista como Pi y Margall quien se inspiraba del autor francés Proudhon y de su libro (du principe fédératif, 1863). Pi y Margall publicó en 1876 “las nacionalidades”.
El movimiento obrero surgido en el último cuarto del siglo XIX también asumió parte del objetivo de abrazar el federalismo pero en una versión democrática. Hay que añadir también el papel de la filosofía Krausista que resaltaba el papel de las entidades territoriales subestatales como parte de un concepto orgánico de la sociedad.
La idea de España en el primer tercio del siglo XX entre 1900 y 1936, tanto las corrientes tradicionalistas como las liberales progresistas dentro del nacionalismo experimentaron una destacable continuidad. Ambas tendencias compartían una visión pesimista del pasado reciente español, una decadencia imperial marcada por el atraso y el aislamiento.
Primera tendencia: nacionalismo católico-tradicionalista, influencia del historiador Menéndez Pelayo “ España, evangelizadora de la mitad del orbe, España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio: Esa es nuestra grandeza y nuestra gloria, no tenemos otra”.
España era el producto de una gran diversidad de reinos y tradiciones unidas por la Monarquía y la fe católica. Esa tendencia establecería los cimentos del nacional-catolícismo, doctrina hegemónica durante el régimen de Franco.
Segunda tendencia: los republicanos, liberales y la izquierda reformista asumieron el credo del nacionalismo liberal-democrático (papel importante de Ortega y Gasset “España invertebrada, 1920”) que destacaba la importancia de Castilla como gran matriz de la unidad española con un papel también importante dado a la educación. Una variante fue el redescubrimiento intelectual de América y la elaboración de un nuevo proyecto de expansión cultural y en parte comercial dirigido hacia las repúblicas hispanohablantes. El hispano americano buscaba el origen de la grandeza de España en la reconstrucción de sus vínculos culturales y económicos con el antiguo Imperio Ultramarino.
En resumen existía tres proyectos de reconfiguración de España :
1) Federalismo multinacional que aspiraba a crear una federación- bien bajo la forma de una República o de una Monarquía- compuesta por 4 naciones orgánicas: Galicia, Cataluña, País Vasco y Castilla.
2) Acuerdo bilateral entre cada una de las naciones periféricas y España, entendida como el resto de la comunidad política española.
3) Aceptación a corto y medio plazo de un proceso de descentralización desde arriba, por el que concedería autonomía política y administrativa a todas las regiones de España.
Esta última opción fue la que predominó tanto en el periodo 1914-1923 como durante la Segunda República.
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